Cuánto nos cuesta
relajarnos. Los quehaceres diarios, el estrés que nos genera la rutina,
las tareas que a veces nos inventamos... No nos damos cuenta de que
estamos inmersos en una espiral de actividad, porque hemos dado por
hecho que el ser humano es un ser activo, especialmente con la mente,
sin darnos cuenta que tanta actividad mental en ocasiones pasa factura
también a nuestro cuerpo. A veces perdemos de vista que aunque estemos
en lo alto del escalafón en la escala evolutiva, tenemos una parte
importante de animales, y los animales, aunque no todos, en muchos casos
sólo se mueven para comer.
Cuando buscamos relajarnos a través de terapias, solemos acudir a un
fisioterapeuta que nos ponga el cuerpo a punto, disfrutar de un buen
masaje que nos aporte sensación de paz. Sin embargo, aunque el cuerpo
pueda estar perfectamente relajado, sin tensiones, de poco sirve si
nuestra mente sigue tan atareada que la conciencia de ese relax apenas
dura unos minutos, después de habernos dejado un dinero en el
especialista.
Otros, por sus circunstancias, dan más prioridad a la relajación de la
mente, creyendo que una mente ‘limpia’ es lo más importante,
considerando que los dolores son ‘humo’ y que lo importante es tener la
mente despejada. Pero si los hay, también nos dispersa esa relajación
que hemos logrado con una consulta psicológica.
Pero gracias a profesionales como Mónica Sánchez Gallego
(www.monicasanchezgallego.com) se puede lograr una combinación de ambas
cuestiones a través de una terapia diferente -la palabra ‘alternativa’
siempre genera ciertos prejuicios-. Se trata de un masaje psicocorporal
que realiza en su consulta de la localidad de Nambroca y que supone un
paso más en las terapias habituales. Se integra dentro del sistema Río
Abierto, basado en técnicas psicocorporales y transpersonales que busca
contribuir al desarrollo integral del ser humano y que ya cuenta con 40
años de experiencia y centros en más de once países.
Ante todo, Sánchez es psicóloga, por eso la práctica se inicia al modo
tradicional, mediante el cual el paciente informa a la profesional de
cuáles son los problemas a los que está haciendo frente y que le están
dificultando su día a día. Posteriormente, analizado el problema, la
profesional se pone manos a la obra, y nunca mejor dicho.
Para favorecer un mejor flujo de las energías corporales, el masaje se
practica en el suelo, sobre un futón, con una relajante música de fondo
que ayuda a un estado de semiinconsciencia. El masaje abarca todas las
partes del cuerpo, desde los pies hasta la cabeza, incluyendo las
vísceras, donde, según la tradición oriental, se dan cita los
principales focos de energía. Sin grandes presiones, el masaje puede
variar en función del problema psicológico con que se acuda a la
consulta.
La diferencia principal con respecto a otro tipo de masajes, es que en
los habituales, el paciente se deja hacer sin más, y si siente
molestias, aprieta los dientes y aguanta el tirón mientras el
profesional hace su trabajo. En este caso, el paciente adquiere más
protagonismo, en tanto que es la masajista quien se adapta a las
necesidades corporales que puedan ir surgiendo, algo que Sánchez deja
claro antes de que comience la terapia.
De esta forma, si durante el masaje, el paciente siente el impulso de
moverse, es libre para hacerlo, continuando con las presiones en función
de esa postura que se pueda haber adquirido. Otra opción es dejarse de
hacer, pero al menos tomar conciencia de lo que te pide hacer tu cuerpo,
si es que pide algo. Uno de los momentos de mayor intensidad es cuando
el masaje se centra en la parte media de la espalda, cuando las
presiones se adecuan al ritmo de la respiración. En ese momento,
psicóloga y paciente acompasan sus ritmos y se genera una cierta
complicidad que permite un nivel de confianza que resulta más liberador.
Cuando la terapia acaba, la sensación de relajación es notable. Es una
sensación de ligereza y de mayor apertura a lo positivo. Una buena
forma, desde luego, de empezar una mañana. Eso sí, en ocasiones,
puntualiza esta profesional, los efectos del masaje se van integrando
con el paso de las horas. En todo caso, ya sólo el disfrute del masaje
merece la pena, y es una buena forma de llegar a esa máxima de mens sana
in corpore sano al poder combinar el masaje corporal con el
psicológico. La descarga emocional, junto con la rebaja de las tensiones
corporales sin duda resulta completo.
«Hay enfoques que hablan de que por el cuerpo circulan emociones que en
ocasiones se quedan cristalizadas, y cuando no expresamos algo que nos
sucede se queda ahí. Por ejemplo, si me llevo un susto, se queda ahí
metido; si soy capaz de ir a un sitio seguro donde expresar, bien, pero,
en general no nos damos ese espacio para soltar, ni los sustos, ni los
enfados, ni los miedos... y vamos acumulando. Y esto, de alguna forma,
nos va haciendo mella y puede desencadenar distintos tipos de conducta
negativas. A veces se nos rompe la lavadora y nos pegamos una llorera,
porque tenemos tensiones que no hemos descargado; o nos hacemos una
coraza y nos convertimos en témpanos de hielo», indica Sánchez.
En este masaje, agrega, se mueve la circulación sanguínea, linfática y
los músculos, pero también se mueven las emociones. «El cuerpo al final
refleja lo que vivimos de forma cotidiana y cómo percibimos nuestra
realidad. Aquí se crea un espacio para que el cuerpo pueda hablar. En la
vida, seguimos ritmos poco orgánicos y tenemos poco espacio para
escuchar a nuestro cuerpo, que tendemos a silenciar -‘tengo hambre a la
una pero no como hasta las tres’-, porque es la cabeza la que adquiere
más presencia».
Genera sensaciones de relajación, plenitud y vitalidad, ayuda a
conectar e integrar cuerpo, mente y emociones; a reposar y aclarar la
mente. Facilita la auto-escucha para identificar más claramente
necesidades y deseos, estimula el sistema inmune, mejora la circulación
sanguínea, linfática, energética y emocional; moviliza y flexibiliza
bloqueos y contracturas físicas, psico-emocionales y energéticas; ayuda a
liberar dolores y tensiones físicas y emocionales; favorece el
equilibrio físico, mental, emocional y transpersonal... Son algunas de
las propiedades que tiene esta terapia, indica la profesional, que
insiste en que tiene que ser el paciente y sus necesidades las que vayan
dirigiendo la sesión, algo que confiere más libertad que un masaje al
uso, lo cual, igualmente, redunda en esa liberación de la mente, porque
se da rienda suelta a lo que cada uno necesite en ese momento. Si hay
que reír se ríe; si por el contrario apetece llorar, también se puede
hacer. Si te duele en algún momento la presión, también se puede
comentar y así la terapia, que se desarrolla por espacio aproximado de
una hora, puede ir variando en función del paciente. Libera tensiones
con esta terapia, donde ‘tú mandas’.
Fuente: http://www.latribunadetoledo.es
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