domingo, 15 de febrero de 2015

Equilibrio psicocorporal: Un masaje que también toca dentro

Cuánto nos cuesta relajarnos. Los quehaceres diarios, el estrés que nos genera la rutina, las tareas que a veces nos inventamos... No nos damos cuenta de que estamos inmersos en una espiral de actividad, porque hemos dado por hecho que el ser humano es un ser activo, especialmente con la mente, sin darnos cuenta que tanta actividad mental en ocasiones pasa factura también a nuestro cuerpo. A veces perdemos de vista que aunque estemos en lo alto del escalafón en la escala evolutiva, tenemos una parte importante de animales, y los animales, aunque no todos, en muchos casos sólo se mueven para comer.

Cuando buscamos relajarnos a través de terapias, solemos acudir a un fisioterapeuta que nos ponga el cuerpo a punto, disfrutar de un buen masaje que nos aporte sensación de paz. Sin embargo, aunque el cuerpo pueda estar perfectamente relajado, sin tensiones, de poco sirve si nuestra mente sigue tan atareada que la conciencia de ese relax apenas dura unos minutos, después de habernos dejado un dinero en el especialista.

Otros, por sus circunstancias, dan más prioridad a la relajación de la mente, creyendo que una mente ‘limpia’ es lo más importante, considerando que los dolores son ‘humo’ y que lo importante es tener la mente despejada. Pero si los hay, también nos dispersa esa relajación que hemos logrado con una consulta psicológica.

Pero gracias a profesionales como Mónica Sánchez Gallego (www.monicasanchezgallego.com) se puede lograr una combinación de ambas cuestiones a través de una terapia diferente -la palabra ‘alternativa’ siempre genera ciertos prejuicios-. Se trata de un masaje psicocorporal que realiza en su consulta de la localidad de Nambroca y que supone un paso más en las terapias habituales. Se integra dentro del sistema Río Abierto, basado en técnicas psicocorporales y transpersonales que busca contribuir al desarrollo integral del ser humano y que ya cuenta con 40 años de experiencia y centros en más de once países.

Ante todo, Sánchez es psicóloga, por eso la práctica se inicia al modo tradicional, mediante el cual el paciente informa a la profesional de cuáles son los problemas a los que está haciendo frente y que le están dificultando su día a día. Posteriormente, analizado el problema, la profesional se pone manos a la obra, y nunca mejor dicho.

Para favorecer un mejor flujo de las energías corporales, el masaje se practica en el suelo, sobre un futón, con una relajante música de fondo que ayuda a un estado de semiinconsciencia. El masaje abarca todas las partes del cuerpo, desde los pies hasta la cabeza, incluyendo las vísceras, donde, según la tradición oriental, se dan cita los principales focos de energía. Sin grandes presiones, el masaje puede variar en función del problema psicológico con que se acuda a la consulta.

La diferencia principal con respecto a otro tipo de masajes, es que en los habituales, el paciente se deja hacer sin más, y si siente molestias, aprieta los dientes y aguanta el tirón mientras el profesional hace su trabajo. En este caso, el paciente adquiere más protagonismo, en tanto que es la masajista quien se adapta a las necesidades corporales que puedan ir surgiendo, algo que Sánchez deja claro antes de que comience la terapia.

De esta forma, si durante el masaje, el paciente siente el impulso de moverse, es libre para hacerlo, continuando con las presiones en función de esa postura que se pueda haber adquirido. Otra opción es dejarse de hacer, pero al menos tomar conciencia de lo que te pide hacer tu cuerpo, si es que pide algo. Uno de los momentos de mayor intensidad es cuando el masaje se centra en la parte media de la espalda, cuando las presiones se adecuan al ritmo de la respiración. En ese momento, psicóloga y paciente acompasan sus ritmos y se genera una cierta complicidad que permite un nivel de confianza que resulta más liberador.

Cuando la terapia acaba, la sensación de relajación es notable. Es una sensación de ligereza y de mayor apertura a lo positivo. Una buena forma, desde luego, de empezar una mañana. Eso sí, en ocasiones, puntualiza esta profesional, los efectos del masaje se van integrando con el paso de las horas. En todo caso, ya sólo el disfrute del masaje merece la pena, y es una buena forma de llegar a esa máxima de mens sana in corpore sano al poder combinar el masaje corporal con el psicológico. La descarga emocional, junto con la rebaja de las tensiones corporales sin duda resulta completo.

«Hay enfoques que hablan de que por el cuerpo circulan emociones que en ocasiones se quedan cristalizadas, y cuando no expresamos algo que nos sucede se queda ahí. Por ejemplo, si me llevo un susto, se queda ahí metido; si soy capaz de ir a un sitio seguro donde expresar, bien, pero, en general no nos damos ese espacio para soltar, ni los sustos, ni los enfados, ni los miedos... y vamos acumulando. Y esto, de alguna forma, nos va haciendo mella y puede desencadenar distintos tipos de conducta negativas. A veces se nos rompe la lavadora y nos pegamos una llorera, porque tenemos tensiones que no hemos descargado; o nos hacemos una coraza y nos convertimos en témpanos de hielo», indica Sánchez.

En este masaje, agrega, se mueve la circulación sanguínea, linfática  y los músculos, pero también se mueven las emociones. «El cuerpo al final refleja lo que vivimos de forma cotidiana y cómo percibimos nuestra realidad. Aquí se crea un espacio para que el cuerpo pueda hablar. En la vida, seguimos ritmos poco orgánicos y tenemos poco espacio para escuchar a nuestro cuerpo, que tendemos a silenciar -‘tengo hambre a la una pero no como hasta las tres’-, porque es la cabeza la que adquiere más presencia».

Genera sensaciones de relajación, plenitud y vitalidad, ayuda a conectar e integrar cuerpo, mente y emociones; a reposar y aclarar la mente. Facilita la auto-escucha para identificar más claramente necesidades y deseos, estimula el sistema inmune, mejora la circulación sanguínea, linfática, energética y emocional;   moviliza y flexibiliza bloqueos y contracturas físicas, psico-emocionales y energéticas; ayuda a liberar dolores y tensiones físicas y emocionales; favorece el equilibrio físico, mental, emocional y transpersonal... Son algunas de las propiedades que tiene esta terapia, indica la profesional, que insiste en que tiene que ser el paciente y sus necesidades las que vayan dirigiendo la sesión, algo que confiere más libertad que un masaje al uso, lo cual, igualmente, redunda en esa liberación de la mente, porque se da rienda suelta a lo que cada uno necesite en ese momento. Si hay que reír se ríe; si por el contrario apetece llorar, también se puede hacer. Si te duele en algún momento la presión, también se puede comentar y así la terapia, que se desarrolla por espacio aproximado de una hora, puede ir variando en función del paciente. Libera tensiones con esta terapia, donde ‘tú mandas’.

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