El curso fundamental de la formación de la esteticista los
constituye la asignatura de Diagnóstico y Protocolo. Ello implica
evaluar al cliente, definir el tratamiento a seguir de acuerdo a sus
expectativas y requerimientos; todo debidamente documentado en la ficha
de tratamiento; de allí que revista de gran importancia revisar algunos
criterios básicos para el desarrollo del tratamiento y de una correcta
prognosis; con ciertos conceptos y pautas para que su desarrollo se vea
acompañado de las herramientas gnoseológicas y prácticas que arriben al
resultado esperado; tanto por el cliente como por nosotras.
El Diagnóstico (del griego diagnostikós, a su vez del prefijo día que
significa "a través", y gnosis: "conocimiento") implica determinar
cualquier situación y cuáles son las tendencias de algo mediante la
observación de sus signos y síntomas e inclusive definir las posibles
respuestas, brindando un plan tentativo para corregirlos con
efectividad, aminorando los riesgos.
El concepto diagnóstico se
encuentra intrínsecamente relacionado a la labor médica, que, en buena
cuenta, es la base de nuestra inspiración para el tratamiento estético
no invasivo que realizamos las esteticistas.
Así, por
extensión; llamamos diagnóstico estético a la calificación que hace la
esteticista del aspecto de la piel y sus anexos, es decir de los
parámetros bio físicos de la piel, si son faciales o incluyendo
alteraciones morfológicas en caso de tratamientos corporales; mediante
el conocimiento previo de ciertos antecedentes, así como de sus signos y
síntomas, que faciliten, inclusive, esbozar sus consecuencias. Al
final, ello determinará el desarrollo de un Protocolo, es decir, del
documento que se constituye como la guía de tratamiento propuesta, forma
de actuación a desplegarse ante los hallazgos efectuados y que
contendrá las definiciones operacionales sugeridas únicamente para dicho
cliente.
En cuanto al diagnóstico, se colige que debe ser
preciso y personalizado. El problema estético (arrugas, flacidez,
manchas, deshidratación, adiposidad localizada, flacidez, etc.) se
emprende al identificar y analizar qué es aquello que lo causa. Para
ello utilizamos distintos métodos de diagnóstico que nos ayudaran en la
elección del tratamiento para cada cliente. Entonces, la esteticista
deberá contar con los siguientes pilares para realizar su diagnóstico,
sea en un tratamiento facial o corporal:
PRIMERO: Dominio de
conceptos básicos sobre las afecciones de la piel y anexos tratables por
las esteticistas, cuáles son los tratamientos faciales y corporales
aplicables;
SEGUNDO: Correcta evaluación estética del cliente.
Esta evaluación no sólo se asocia el filosófico concepto de belleza;
puesto que a belleza está asociada a la percepción del mismo individuo y
del resto de la humanidad, de acuerdo a formas de percepción, bagaje
cultural, moda; etc. rigores de la psicología social y de un sinnúmero
de demandas que quedarían insatisfechas por ser diferentes en todos y
cada uno de nosotros como humanos. Por ello, debemos procurar limitarlo
a la propia aceptación que el cliente espera de sí con la satisfacción
que ello le produce y de acuerdo a cánones propios del tratamiento a
abordar. Si se trata de un tratamiento facial, por ejemplo, habrá de
consignarse:
- Datos personales
- Antecedentes de otros tratamientos, invasivos y/o no invasivos
- Hábitos de vida
- Antecedentes patológicos, enfermedades, tratamientos, medicación, etc.
- Patologías estéticas
- Biotipo Cutáneo
- Fototipo cutáneo
- Lesiones cutáneas, primarios o secundarias, ubicación topográfica
- Morfología de lesiones (forma, color, tamaño, número, etc)
En el tratamiento corporal se suma:
a) La exploración física:
En clínica: lo que es visible, como por ejemplo: cicatrices, heridas, trastornos circulatorios, tipo de silueta.
Exploración por tacto y palpación:
En clínica: lo que es visible, como por ejemplo: cicatrices, heridas, trastornos circulatorios, tipo de silueta.
Exploración por tacto y palpación:
- Roce y deslizamiento: con la yema de los dedos a fin de determinar si la piel es áspera o suave, rugosa, etc.
- Presión para ver el tono, temperatura, humedad, su capacidad de movimiento, su grosor, temperatura, etc.
- Pinzamiento: para ver textura, arrugas, flacidez, etc.
Se debe realizar un estudio por zonas: cuello, busto, vientre, cadera,
extremidades e incluye el peso, talla, medidas, tono muscular,
problemas circulatorios y alteraciones posturales, si las hubiere.
b) Exploraciones complementarias si nos apoyamos en aparatología que
contribuya a agudizar el diagnóstico como el calípero, termografía de
contacto en caso de lipodistrofia ginecoide, etc.
TERCERO: Dominio
de Técnicas. La técnica requiere tanto destrezas manuales como
intelectuales, frecuentemente el uso de herramientas y siempre de
conocimientos variados.
CUARTO: Conocimiento de los principios
activos aplicables. En el ejercicio de la estética es importante conocer
cuáles son sus efectos tanto como la forma cosmética a suministrarse;
puesto que la respuesta del clientes es idiosincrática; vale decir, al
aplicar un producto especialmente elaborado para un inesteticismo uno o
varios clientes pueden presentar una respuesta singular y diferente a
principios activos que para el común denominador son aceptables y
asimilables. Eso exige entonces no encasillarse en unos cuantos
productos sino conocer ampliamente las gamas que el mercado produce y,
sobretodo, probar su efectividad.
QUINTO: Asociación de las
técnicas manuales con aparatología estética. La aparatología es una
herramienta adicional de suma importancia que al asociarse a las
prácticas manuales debe adecuarse a la necesidad del paciente y no al
revés, es decir, la respuesta física del cliente no debe ser forzada a
nuestros objetivos sino adecuada a lo que ellos buenamente puedan
aceptar y pactar, en intensidades, número de sesiones, etc. sin que
ello implique que el cliente determine o defina nuestro protocolo sobre
temas que no son de su competencia. Lo que se trata es que la
esteticista debe moderar y fundamentar el por qué de la inclusión de tal
o cual aparatología a fin de convencer al cliente justificando su uso y
criterios propios de nuestros conocimientos sin forzar al cliente a
asumir sesiones e intensidades más allá de lo que tolera su psiquis y/o
su organismo.
SEXTO: Recomendaciones durante y después del
tratamiento. Es propio de nuestra labor no limitar su ámbito a lo que
se brinde en nuestra cabina, sino que se sume fuera de ella una serie de
recomendaciones fundamentales para la conservación y efectividad. Es
decir, es preciso informar al cliente cuáles son las sugerencias e
indicaciones que conlleven al éxito de nuestros propósitos, como son el
uso de fotoprotectores, de fajas compresivas, ingesta de líquidos
saludables, etc.
El estudio previo del estado del
inesteticismo a tratar como de la prognosis o proyección de lo que el
cliente espera a partir de nuestro tratamiento implica:
- Realizar un análisis puntual, sea facial o corporal,
- Identificar sus alteraciones o modificaciones.
- Valorar las demandas del cliente y determinar sus necesidades,
- Evaluar los datos recogidos a partir de la información que éste presta así como de las evaluaciones efectuadas pos nuestra parte, puesto que mucho de la información plasmar se deduce adicionalmente a partir de lo que el cliente pueda manifestar,
- Parametrar nuestro servicio, exponer realmente lo que podemos y no podemos hacer y los logros o limitaciones de nuestro trabajo.
- Informar que el tratamiento estético no implica sólo “verse bien”, sino “estar bien” desde dentro hacia afuera, es decir es un tema de salud, no sólo emocional sino de salud física, por lo que la esteticista brinda con sus manos no solamente belleza sino salud integral: emocional y corporal.
Finalmente, el éxito de nuestro diagnóstico y del protocolo a aplicar
no reside mas que en el conocimiento de lo que vamos a tratar, en el
ofrecimiento de técnicas, productos y herramientas que en suma
sistemática materialicen los resultados ofrecidos al cliente, de modo y
forma que los comprometamos a que el resultado de su tratamiento se le
adicionen ciertos compromisos del cliente debidamente informados por
nuestra parte; con honestidad. Después de todo, consideremos que el
nivel de nuestra atención no se ciñe a cumplir con el protocolo, brindar
calidad de atención y buenos productos, sino a realizar en cada uno de
nuestros clientes un cambio saludable en su vida; una silente labor que
les aportará un cuota de estimación personal a su rostro o a su cuerpo,
que habrá de redundar satisfactoriamente; sin lugar a dudas, en su
existencia personal, familiar y social.
Autor: Janet Leyton
Profesora de Corpo Estética
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